domingo, 18 de mayo de 2008

Un otro Yo


Viajaba en un bus interprovincial con varias personas, todas conocidas. Era de noche. Las luces del bus estaban encendidas, el camino por el cual viajábamos era alto pues viendo hacia abajo se observaban montañas.

Llegamos a nuestro destino. Paramos en el camino. Me apresuré en bajar, pudiendo ver las montañas al frente; una de ellas mostraba una senda de largos rectángulos sinuosos y escalonados que descendían suavemente por los contornos de su pendiente. La ruta conectaba con nuestra ubicación. Con la misma prisa con la que bajé recorrí este camino acompañado de otra persona.

Un corte abrupto en la senda terminaba en un abismo que supuse tendría unos 800 metros de caída. Más allá empezaba un valle amplio y carente de vegetación. Al centro de este valle podía verse una pirámide similar a las egipcias que tenía a su lado una gigantesca camioneta de color rojo. Le dije a mi acompañante, un guía lugareño, conocedor de la región: "Ayudame a bajar cholo."

Sin medir el riesgo empecé a descender por la escarpada pared del abismo. No pudiendo sostenerme, caí junto a mi acompañante observando sin preocupación mi caída. Como si fuera la escena de una historieta bajo nosotros, avanzando en nuestra dirección, apareció un camión lleno de colchones; pero siguió adelante, más allá del punto en el cual impactaríamos contra el suelo. Providencialmente, en lo que se podría considerar un acto mágico, un colchón apareció debajo nuestro justo antes de estrellarnos; pero su presencia pareció servir de poco pues por la altura de la caída y nuestra velocidad rebotamos a gran altura volviendo a caer esta vez duramente sobre el suelo, quedando ahí inertes como dos muñecos.

Giré mi cabeza mirando hacia arriba viendo el punto desde donde nos desprendimos. La gran montaña mostraba dos paredes lisas que formaban un ángulo muy agudo. Sin saber como estaba ni preocuparme por mi cuerpo observé a un hombre vestido con una túnica blanca aproximarse.
Su cuello era largo, sus cabello lizos y rubios le llegaban por detrás de la nuca. Sus rasgos eran finos y nada habituales.

Llegó hasta donde se encontraban dos seres también vestidos con túnicas blancas y mucho más altos. Algo me decía que tenían un "rango" superior. No podía ver sus rostros, pues a manera de una distorsión, lo que parecía ser nubosidad rodeaba esta parte de sus cuerpos desde sus hombros.

Cuando llegó junto a ellos el primer ser, les preguntó: "¿A quién se engañó?" Ellos respondieron que a nadie, desenvolviéndose una conversación que no recuerdo. Antes de retirarse, el que llegó junto a ellos volvió a hacer una pregunta: "¿Y si fracaso?" Recibiendo como respuesta: "Seras medido."

Mientras se desarrollaba la conversación entre ellos, me sentí identificado con el que hacía las preguntas llegando a pensar que era yo con otra apariencia. Este ser se retiró lentamente; mientras lo hacia se transformó en una pequeña esfera de luz blanca, radiante, del tamaño de un puño, marchándose con movimientos erráticos.

1 comentario:

Amapola dijo...

Me quedé con la duda........el hombre de la túnica blanca era uo de los fallecidos que vino a despedirse o eres un ser de luz?.......la diferenciaes que estarías vivo!
Saludos desde España