Estaba en casa, en la primera pieza. Las cortinas de la ventana estaban cerradas poniendo la habitación a oscuras. Sobre una mesa o tal vez la antigua maquina de coser que mi madre tenía ahí, no estoy seguro, se hallaba un plato de color blanco que tenía en él un pedazo de carne cruda.
Miré la carne sobre el plato. De repente la carne empezó a moverse. Mientras lo hacía, ganaba masa y de ella empezaron a salir huesos, venas, músculos. El color rojo de la sangre le daba una apariencia viva. Diferentes órganos aparecían, luego la piel misma hasta el punto de empezar a ver a la vaca misma frente a mi. Un orificio cerca de su pecho fue la última parte en cerrarse. Ahorra el animal completo estaba frente a mi.
Recuerdo que en la época en que soñé esto, mi madre se hallaba hospitalizada. Un amigo, Enrique, a quien le conté este sueño, relacionándolo más con el tiempo y sus efectos, me hizo notar la relación entre mi madre hospitalizada y su recuperación, el trozo de carne y su regeneración.
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